En la sociedad actual, la escuela se ha convertido en un agente fundamental para llevar a cabo las tareas de humanización de los niños.
Ante la pregunta de cómo escribimos, tenemos que responder que el cerebro, por medio de diversas órdenes, neurotransmisores y demás, hace que las manos se muevan, que sujeten el útil (lápiz, bolígrafo o similar) y que se desplacen por el papel dejando unas marcas más o menos profundas en el mismo (lo que sería la escritura en sí misma).
El proceso escritor está regido por el cerebro de manera que la escritura es, por tanto, un proceso neuromotor que depende del cerebro y no del órgano que la ejecuta.
La grafología es la disciplina que visualiza y analiza cómo se ve la persona a sí misma, cuál es su estado interno, cómo nos afecta el pasado, cuáles son nuestras potencialidades y debilidades, cómo nos ve el entorno y cómo nos relacionamos con él.
Así mismo a través de la grafología se pueden detectar patologías físicas y mentales, adicciones, disfunciones neurológicas, cardiorrespiratorias, etc., considerándose así como una herramienta que nos ayuda de modo eficaz a detectar ritmos y formas de aprendizaje mediante el estudio de la escritura infantil, y con ese estudio poder hacer una valoración y un seguimiento de los desarrollos mental, emocional y en general madurativo del niño en el caso de la Escuela Primaria.
Además, puede prevenir posibles trastornos de la personalidad y corregir problemas de lectoescritura como es el caso de la dislexia.
Los rasgos más característicos de la escritura del niño a una edad temprana son aquellos condicionados por el esfuerzo que para él supone la ejecución de las grafías como, por ejemplo, el tamaño grande de las letras, el interlineado irregular, letras atrofiadas y la cohesión reenganchada.
A los 8-9 años el niño normalmente ya ha adquirido una motricidad gráfica suficiente, y deja en su grafía aflorar indicadores de su personalidad.
Aproximadamente hacia los 11 años, además de rasgos totalmente personalizados en la escritura, podrán aparecer también los primeros indicios de creatividad, originalidad, e incluso genialidad.
El modelo caligráfico escolar se abandona definitivamente entre los 11 y los 14 años, dejando al descubierto el carácter y la forma de ser del niño viejo y el joven adolescente.
Desde la Asociación (AEGIP), queremos trasladaros, como grafólogos y peritos calígrafos, la importancia de la observación de la letra de los niños, tanto a edades tempranas como adolescentes, y el hecho de recurrir siempre a expertos en la materia para poder evaluarla correctamente (salvo casos en los que exista una discapacidad psíquica asociada, donde se debe acudir a los especialistas competentes en la materia), pudiendo detectar, prevenir y reconducir algunas conductas que pueden ser de riesgo tanto para los niños como para su entorno.
Sobre la autoría:
AEGIP (Asociación Española de Grafología, Investigación y Peritos Calígrafos).